“ Te dije que no quería!!”,
estalló mi voz en el auto de María del Luján, mi hermana del medio, cuando me recibió en el aeropuerto un viernes de una primavera extrañamente destemplada. del Luján, ostentaba tan sacrosanto nombre por una promesa de nuestro padre, que harto de procrear varones, y por insistencia de mamá, caminó hasta la Basílica misma para que la nonata fuera niña!!…………La cuestión de la anécdota familiar es que mi hermana nació sanita y regordeta. Nuestra madre, coincidimos en el trayecto, a pesar de haberle puesto “del Luján” era querible, un tanto particular, pero adorable, al menos para nosotras.
Dicho sea esto, y al margen de ser todas “Marías………..algo”, volví a la carga. No quería ir a ese “re encuentro” después de décadas, con mis compañeras de secundario.
Ella, del Luján, me terminó dando argumentos psicológicos y filosóficos de mi compromiso ante mi misma de no dejar esa parte de mi pasado, que hacía años había deplorado y me había auto exiliado a cientos de kilómetros para nunca jamás volver.
La cuestión es que terminé en casa de Carmen, una muy querida e inolvidable amiga, más que compañera, ya que la echaron y no sé donde terminó su ciclo intermedio. Linda como pocas, divertida y demás, se había casado a los veinte, y como era de suponer, se divorció mil años mas tarde, con hijos y nietos por doquier.
La fiesta, valga la palabrita, transcurriría a pocas casas de lo de Carmen, en lo de otra querida compañera, la “piltrafa Juarez”, que jamás casó ni coexistió, y su closet estuvo siempre cerrado, no dejando fluir una homosexualidad evidente, pero de “eso no se habla ni hablaba”.
Carmen me llevó a comprar ropa, porque para variar, o me había olvidado, o el atuendo para tremendo evento no era acorde.
Y allá fuimos. A pata y con sendos ramos de flores robadas y manojos de hojas de árboles de la calle, regias igual.
Había un conglomerado de mujeres ya pasando los 50, la casa de la Piltrafa estaba EXACTA, ni un mueble había cambiado de sitio…………nada………….recordé que ahí hacíamos q estudiábamos y que justo en esa casa el único hermano varón decidió volarse los sesos una mañana de colegio mientras la madre pasaba la aspiradora.
Conservaba algunos recuerdos y pocas amigas de aquellos tiempos, dos o tres, Amparo, mi compañera de banco y amiga, siempre buena y generosa, y Carmen.
Era un grupo completamente heterogéneo, las “populares”, tal como las llamé entonces, lejos las mejores….sus vidas contadas por ellas mismas me deslumbraban……….y las “bien”……….bien llenas de dietas, indescriptiblemente irreconocibles, o las que habían sido “miss colegio”, les había pegado mal el déficit hormonal. Algunas enormes, otras sin pelo, y todas, me corrijo, casi todas, con un slogan de propaganda: “voy a ser abuela”, como si eso las postulara al Nobel o a mejor causa.
“ Te dije que no quería ir!” Igual, le agradecí, ya que de todo sale algo positivo y sabroso.
Inventé mi propio grupo, ya que desde ya, me fui despavorida del otro, con las que no tengo duda son las que valieron haberme reencontrado.
Mi hermana me depositó en el mismo lugar 48 horas más tarde. Y volví a mi lugar. Sin ignorar parte de mi pasado, pero agradeciendo haberme exiliado y siguiendo como siempre mi voz interior.
L.V.